Las piedras levantaron su cáscara de indiferencia
Confabularon un ataque al vacío de mi pensamiento
Ataron mis sueños, secuestraron mis anhelos.
Y, dejándome allí, entre sus esqueletos de granito
Un susurro lejano y profundo decidió golpear.
Pura fuerza de arrollo.
Barrió la belleza redonda de esas lágrimas de tierra
Secuestró su manto rugoso, engullendo su peso gris.
Con la boca abierta Larguísimas mandíbulas verdes.
Un mordisco de espuma que se lleva sin esfuerzo<<
lo poco que de mi intimidad quedaba escondido.
Aquello que mi juventud consiguió enterrar,
a paladas de miedo,
en una playa del trópico.