Se parecía un poco a Marcello Mastroianni. Caminaba despacio con la espalda recta y sin titubeos. Fue dejando sus cosas una a una, cariñosamente. Luego se dio la vuelta. Cogió la maleta vacía y mientras se la regalaba a una señora levantó la mano y se subió a un taxi. Todo pasó consecutivamente y en un mismo gesto, parecía una coreografía.
En el bolsillo derecho de la chaqueta gris encontré una nota, perfectamente doblada, que decía:
Me vuelvo
a esa tierra por la que yo me arrastré
de la mano fría de los gusanos blancos,
sin el calor de tu aliento acelerado.